Había estado en Londres hace mucho -- en el '95 -- y sola. Con lo que caminaba todo el día de un lado a otro y decidía si entraba o salía y cuánto me quedaba y con quién hablaba; o si hablaba.
Ahora volví con hijos y marido. Y algunos días fueron de madre e hija -- Amelia y yo por subtes, puentes, calles y barcitos.
Un día fuimos a Tate Modern. Entramos y cruzamos el hall inmenso de esa ex usina eléctrica hasta llegar a la también inmensa parte de atrás. Ahí vimos algo raro, que no supimos descifrar. Nos quedamos un rato mirando. Había gente que cruzaba el hall pero no estaba claro si con un objetivo o sólo para pasar del otro lado del museo. Había gente charlando y había gente dudando. Y también algunas hileras de tres o cuatro personas que caminaban hacia atrás dirigiendo la mirada hacia el entrepiso. "¿Qué hacen? ¿Qué estarán mirando?", le pregunté a Amelia. Tuve el impulso de acercarme a investigar si ahí "pasaba algo" o si yo, como de costumbre, bañaba en extrañeza los desplazamientos casuales del público. Pero decidí empezar a recorrer el museo porque sabía que con niña de 5 el tiempo y el contacto iban a ser limitados.
Salió bien la visita. Ame y yo tuvimos algunos lindos intercambios sobre la sensación que nos dan los museos. Eso compensó el tiempo a solas delante de ciertos cuadros o proyecciones o esculturas que no pude tener como tenía en otras épocas. En un estilo muy distinto al de la soledad, me quedé con la sensación de que "había pasado algo".
Unos días después, volviendo a Buenos Aires y leyendo el New Yorker en el avión, me encontré con una larga nota que me explicó eso que había visto en el hall de la Tate. Era el nuevo trabajo de Tino Sehgal, "These Associations". Claro que yo había visto el nombre de Tino Sehgal en la entrada; creí que era uno de los artistas a cuyas instalaciones Amelia se negó a entrar, porque estaba oscuro y le daba miedo.
Tino Sehgal construye interacciones humanas. Sus obras son lo que él llama "situaciones construidas". En la nota del New Yorker Lauren Collins lo describe como un "arquitecto de la interacción". Se trata de transformar acciones en lugar de cosas o materiales. De producir cierta realidad a través del contacto entre dos o más personas que no se conocen.
"These Associations" consiste en setenta "intérpretes" (un grupo heterogéneo de personas que Sehgal y sus asistentes reclutan y entrenan) cuya función es acercarse a los visitantes del museo y tratar de entablar con ellos un diálogo "significativo". "Una serie de diálogos estilizados que se salteen las formalidades de la interacción social y produzcan un concentrado intercambio de ideas", dice Collins.
La consigna fundamental que les dio Sehgal a sus intérpretes fue que intentaran conversar sobre momentos en los que hubieran tenido una sensación de llegada, de pertenencia, de satisfacción o de insatisfacción con ellos mismos. Para esto les transmitió algunas estrategias retóricas. Porque el diálogo tiene que cumplir con ciertas características para que la obra resulte exitosa. "Si el otro dice algo que está bueno y se engancha en el mismo nivel que ustedes, vamos bien", explicaba Sehgal en una de las reuniones previas a la inauguración. "Pero si se pone a hablar de tonterías tienen que tener cuidado, porque la obra es una creación conjunta. El público tiene poder (...). Y en última instancia, aun cuando produzca más momentos banales que ustedes, sigue siendo el público el que va a juzgar la banalidad de la obra".
Leyendo todo esto en el avión me dio un poco de pena no haberme metido en el oleaje del Turbine Hall. ¿Cómo habría sido ponerme a conversar ahí de algo íntimo, con Amelia al lado y en un idioma que no es el mío? ¿Podría haber salido transformada, en algún punto? Creo que si por algo, y para mi sorpresa, pude esquivar el escepticismo y apreciar la idea de Tino Sehgal fue porque yo misma, aunque sin aspiraciones artísticas, intento a veces construir este tipo de situaciones. Así es que digo cosas inesperadas hasta para mí misma, y muy a menudo bastante personales: en un negocio, en la cola del cajero o a un taxista. No es a propósito. Y muchas veces me arrepiento o al menos me avergüenzo un poco. Pero no puedo evitarlo. Como si investigara cuál es el punto de cruce íntimo que puedo tener con un desconocido, fugazmente, en los momentos menos pensados.
Y sí que puede haber transformación en estas asociaciones. Hace poco alguien en Twitter contó que había consolado a la cajera del supermercado, que estaba llorando. La sacó a la calle unos minutos y charlaron. No se conocían ni se hicieron amigas. Pero tuvo que haber una transformación ahí; en las dos.
De todas formas, cuando terminé de leer la nota me pareció que aun sin haber sido una de las "co-creadoras" de la obra de Sehgal, había participado. Porque ahí en el borde del hall, por un momento, me pregunté cosas. Le pregunté a Amelia. Y esas cosas siguieron rebotando entre nosotras durante la visita al museo, y cuando compramos postalcitas y un libro en la tienda o nos tomamos un café en el bar del primer piso. Nos dijimos cosas que no nos habíamos dicho antes. Nos asociamos de una manera nueva.
5 comentarios:
interesante la instalación. y sí que cambia la visita al museo cuando es con hijos eh, como todo bah. beso.
/d.
qué hermoso
me hiciste llorar.
ale: espero que llorar "bien". beso.
sí, llorar de emoción siempre es llorar bien, no?
claro!
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