9 de agosto de 2012

Pilón de fotos



En Londres me compré este libro de Billy Collins y durante varias noches me dormí después de leer un mismo poema, que no es éste sino otro que no se dejó traducir tan así nomás y velozmente como éste, que también me gusta aunque no tanto como el otro pero que por otra parte me viene muy al caso aquí y ahora. El otro se llama Driving with Animals y espero traducirlo un día con más tiempo. Éste, como digo, lo traduje tomándome licencias varias, aunque, me parece y espero, sin serle para nada infiel.





Tierras extrañas

Ahora las fotos del viaje del verano
se desparraman por la mesa como si fueran espejitos
que reflejan nuestro lugar en la historia europea.

Son el botín del viaje, con marco y coloridas,
fracciones de segundos que después de la cena
vamos pasando a los amigos para hacerles creer
que encontramos dulzura, en algún lugar, lejos.

Ahí estamos, la mirada familiar en lo extranjero,
detenidos frente a una puerta cisterciense,
o reclinados, oblicuos, contra un kiosco;
congelados detrás de un Della Robbia
azul y blanco, o ante la mesa de un café
tapizada de libros de referencia,
oscurecidos en la sombra subexpuesta de un toldo.

El mozo al fondo, con bigote y delantal,
les lleva a otros sus bebidas aun ahora
mientras miramos el pilón una vez más
notando que intentábamos quedarnos
quietos como pinturas hasta ser liberados
por el crujido del obturador

para seguir, desenfocados, sin fotografiar,
por una calle con canteros y motos,
dos borrones en la luz menguante de la tarde,
las cámaras en sus estuches negros,
balanceándose, ciegas, a nuestros costados. 

3 comentarios:

Danixa dijo...

ay, qué lindo y me encanta el final como que las cámaras parecen revólveres. O al menos me hizxo flashear eso.

Laura Wittner dijo...

sí, supongo que habrá influenciado la palabra "disparador", no?

Laura Wittner dijo...

sí, pedro, eso entendí. claro, para eso están las fotos!