10 de mayo de 2012

Sobre una idea de Nanni Moretti*

La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes, lo leí en mi primer viaje sola en micro, rumbo a Miramar, a los 14 o 15. De vez en cuando me servía un cafecito de la máquina del fondo. Casi todos dormían. Debo haberme sentido mil.


Los cuentos y diarios de Anaïs Nin los leí a los 30 en el noveno piso de la biblioteca de NYU, traducidos al inglés, ante el inmenso ventanal, sin nadie con quien compartir la sensación de zarpe.


Katy va a la escuela lo leí a los 10, boca abajo en el triángulo de sol que caía sobre el parquet de mi cuarto a la tarde. Muriéndome de ganas de que me pusieran pupila en un lugar así para sufrir primero y desafiar después. La secundaria, años más tarde, me demostró que no habría sido buena idea.


El otro lado del dólar, de Ross Macdonald, lo leí a los 13 en un hotel de Torres, Brasil. Me quedé dormida con el libro en las manos y la cara sobre la pared, y cuando me desperté y abrí los ojos contra el blanco total tuve un instante de pánico: creí que me había quedado ciega.


Viajar de noche, de Claudia Prado, lo leí a los 39 en el bar El Torreón, en una horita de recreo de la maternidad, cuando Amelia tenía pocos meses. Me pedí un café doble y un strudel de manzana y no sé si alguna cosita más. Me tiré de cabeza a los poemas y nadé hasta el fondo, porque sabía que podía faltar mucho para el recreo siguiente.



Las travesuras de Naricita, de Monteiro Lobato, lo leí a los 6, pocos meses después de haber aprendido a leer. Mayormente en el balcón de la casa de mis abuelos, sobre la calle Carril, en una de esas reposeras plegables de tres cuerpos que siempre quedaban chuecas por algún lado.


Therapy, de David Lodge, lo leí a los 28 en colectivos, yendo y volviendo de mi propia terapia. Lodge me hacía reir y me permitía, por un rato, respirar. Aquella terapeuta gustaba de decirme que yo no diferenciaba muy bien entre vida y ficción. Latiguillo que nunca me sirvió de mucho.


Long Day's Journey Into Night, de Eugene O'Neill, lo leí a los 19 en la Biblioteca Lincoln. Era para Literatura Norteamericana. Costa Picazo me había dicho: "Usted, Wittner, podría leerlo directamente en el original". Fue el primer libro entero que leí en inglés y me sentí muy orgullosa. Gracias, Rolando.


Retrato del artista adolescente, de Joyce, lo leí a los 22 o 23 en el bar del Club Villa Crespo, después de nadar, con café y medialunas mazacote. El bar tenía un gran ventanal que daba a la pileta, con lo que se filtraba un poco de ese olor a encierro clorificado, y yo conservaba, mientras leía, la sensación de blandura y bienestar, los ecos indefinidos de debajo del agua. Me parecía que ese estado me acercaba a la posibilidad de ser Stephen.


*Vi el minicorto Diario de un espectador, de Nanni Moretti, y al principio creí que era parte de un largometraje y me ilusioné muchísimo. En realidad es sólo una parte de una película colectiva que se llama Chacun son cinéma. Moretti cuenta dónde y con quién vio algunas películas; habla de la circunstancia, no de la película en sí. Me habría quedado escuchándolo horas. Por eso después me puse a invocar circunstancias de lecturas. Recuerdos que tuvieran más que ver con la circunstancia que con el libro. Claro que viene todo junto. La textura del recuerdo, digo.




Yo escribo esto y pienso: a quién le puede interesar. Sólo sé que a mí me encantaría leer párrafos así escritos por otros. Aun por gente que no conozco, que leyó libros que no conozco. Así como me gusta ver fotos de desconocidos.



24 comentarios:

Abigail Raynoldi dijo...

Yo leí parte de la Tomadora de café y Lluvias una noche de plomo de febrero litoraleño parada en un stan en el Paraná Poesía. Quizá fue hace dos años. Quizá tenía 20 años. Tenía el mango del paraguas colgado al cuello como si fuera una cuerda de ahorcado. Paula, la que atendía el stan el Ciclista, registró el momento, y encontré mi fotografía leyendo algunos días después en facebook. El calor ocupaba todo y se había instalado en el Juan L. Ortiz y en Paraná y en todos los territorios del mundo. El calor era tan mucho que era la primera vez que nadie hablaba de él. Me quedé un rato leyendo mientras se largaba una lluvia torrencial y el Juan L. Ortiz se empezaba a inundar por as orillas. La poesía y el calor me hizo salir afuera y caminar un rato bajo la lluvia. Un hombre que fumaba en un rincón me gritó "dicen que las mujeres que caminan bajo la lluvia, van a tener hijos poetas". Unas semanas después descubrí que Emilia había comprado La tomadora de café y lo leí entero, seca y fresca, sobre el piso de parqué de su pieza.
Digo esto porque lo digo.
Abrazos.

Laura Wittner dijo...

hola, bubulina. te agradezco mucho por este relato. me encantó leerlo. yo sabía que me iba a gustar!

maru dijo...

yo leí Sobre Héroes y Tumbas en Parque Lezama. en cuotas. debo haber tenido 22 o 23. trabajaba en san telmo; mi primer laburo en la ciudad gris.
al medio día me escapaba corriendo las 2 cuadras hasta el parque y me sentaba con el libro en el banco de la esquina de brasil y defensa.

me llevó un par de meses.
siempre me sentí un poco alejandra.
nunca maté a nadie.

Anónimo dijo...

Muy buen posteo el de hoy. Grande.
Una errata: "mazacote".


Por cierto, me encantó el vídeo de ayer. Qué bien suena la traducción de Zaidenwerg leída por ti y combinada con esas imágenes.

Hermoso proyecto. Me quedo con ganas de más... y de alguna que otra traducción de poemas de tu autoría (la traducción, quiero decir, aunque si colgaras algún poema de tu último libro que por aquí no se consigue, sería fantástico también).

Madrid

Mirita dijo...

"no diferenciaba muy bien entre vida y ficción." eso mismo me decía mi psicóloga... que hacia que le llevara dibujos seguramente para ver en que estado me encontraba, jaja

Ya te conté cuando leí Lluvias...
Puedo contarte cuando leí La gata de Colette, tenía 20 años y me sentaba en el piso apoyada al borde de mi cama. Recuerdo que tuve la cara hinchada durante semanas, ya que cada vez que recordaba alguna línea me ponía a llorar descontroladamente, así como cuando miro esa película del perro (Marley & Me).

Una belleza de crónica, Laura!
Gracias por compartirla.

Laura Wittner dijo...

maría, vi que "masacote" quedaba mal visualmente pero pensé que venía de "masa" y no lo busqué. pero tenés razón vos. ahora lo cambio.
el próximo videíto de la serie "chicos mirando grandes" quiero hacerlo, justamente, con un poema de mi último libro.
qué sorpresa tu regreso!

maru, sí, qué linda la lectura robada al deber, como dice daniel pennac. no, mir?

mir, gracias por el relato. qué es esa famora película del perro de la que todos hablan? si es de llorar, qué suerte que no la vi.

Laura Wittner dijo...

quise decir "famosa".

Danixa dijo...

Hermoso.
Quiero hacer el mío con libros, como vos, y con películas, como Moretti, y hasta le agregaría otra tercer lista (amo las listas) con canciones. También me gusta ver fotos de desconocidos, además. Me voy repleta de empatía.

Mirita dijo...

Oh, si! hay que robar lectura, y ni hablar cuando se la roba al deber! :)

La peli del perro... es de esas que por los actores no mirarías jamás, pero el perro te puede... está bien logrado lo que se quiere contar (la vida de una pareja)y en paralelo la vida del perro, o al revés, como más te guste. Pero bueno... ya se sabe como termina... el perro. Y la vida sigue... Pero si no te gusta llorar mejor no la mires.
Yo la miro porque tengo algo de masoquista... (viene de masa también, o de 'masomenos'? es la hora, no tomé mi café...)

Daniel dijo...

Hace unos años fui a Buenos Aires por una semana a hacer un curso. Un amigo me consiguió una habitación en el departamento de una mujer mayor que vivía sola y alquilaba las que le sobraban. Por las noches, después de salir a cenar nos juntábamos en mi habitación, yo me tiraba en la cama a leer el Kalevala y el usaba el wifi de un vecino que sólo en mi pieza se podía enganchar. Habiendo pasado las 4 décadas, fue como volver a la adolescencia por unos días.

Laura Wittner dijo...

danixa, podemos hacer un blog colectivo y lo llenamos de esas listas.

mir, no te la mira ni loca esa peli. yo ya lloré suficiente por mi propia perra, en su momento. en su momento fatal.

Laura Wittner dijo...

daniel,
leer y volver a la adolescencia. que se me conceda al menos por un día!

Germán dijo...

Leí _El arte de amar_ de Erich From a los 16 años, tirado debajo de un eucalipto en el fondo de la casa de veraneo de mis padres en el Balneario El Bosque, de Canelones. Fue en verano del 82. Me hice una idea sobre lo que era el amor libre. Cuando lo leí por segunda vez, en 1987, en un apartamento que alquilaba en Eduardo Acevedo y 18 de Julio, me di cuenta que la primera vez había entendido todo al revés.

Germán dijo...

Ah, y leí todo el post hasta el final y me pareció maravilloso que recordaras todo eso con tanta claridad. Saludos.

Anónimo dijo...

Tienes razón ;-), es lo más lógico pensar que podía venir de "masa".

En fin, cosas ilógicas del idioma...


Bueno, pues espero entonces ilusionada la nueva entrega de la serie con tu poema.

Muchas gracias por todo.

María (Madrid)

cronista sentimental dijo...

a mí me interesó y también me gustó.

Maguita dijo...

me encantó el post, y me siento hermanada en eso de leer Las travesuras de Naricita a los 6!! y a partir de ahí toda la colección... heredada de mi mamá! qué delicia!

Anónimo dijo...

me encantó la lista. mientras te leía recordaba mi lista mental de libros leídos cuándo y dónde y por qué, voy a plasmar mi lista mental, bueno, una selección, los hits. debería empezar por alguno de los muchos libros del "séptimo círculo" que leía todas las tardes sola en mi casa cuando volvía de la escuela, a los 11, los cortes de enería de alfonsín me pusieron a leer y escuchar radio, gracias, algo para agredecerle. otro hit sería "crimen y castigo" que leí a los 15, ví entrar al que ahora es mi señor marido con una remera de los redondos, sus pelos largos y el libro en la mano y pensé "mmm te comería todo... los redondos son lo más, estará bueno el libro también?", y resultó que sí, estaba todo bueno. me detengo acá porque tengo que seguir laburando.
(te leo hace tiempo, llegué por wando, me gusta mucho el blog y como escribís).
/d.

Laura Wittner dijo...

/d., la misteriosa, viniste de visita!

germán, y yo leí algunas de tus artes adivinatorias en el primer piso del bar-heladería la reja, con el telón de fondo de los autos iluminados llevando gente de regreso a sus casas. de pronto se me borroneó la vista y tuve que dejar de leer. no sé qué pasó. fueron tus mancias? anochecer borroso.

Germán dijo...

Hmmm, habría que analizar los restos de helado en el cucurucho, o la borra del café, o... bah. ;-)

Diego Kanevsky dijo...

Hola Laura!
Lei las aventuras de Tom Sawyer, veraneando en Gesell a los diez años.
Muchos años despues tambien en Gesell me devore El amor en los tiempos del cólera, en medio de una hiperinflación que exigia ir todos los dias a sacar un poco de plata al cajero.
Sobre heroes y tumbas lo lei un veraneo en Uruguay que empezó en Santa Ana y para termino en Punta del Diablo.
Ya con la familia, muchos años despues yo tambien me rei con Terapia de Lodge de vuelta en Santa Ana.
Un beso

Laura Wittner dijo...

diego! qué linda sorpresa! pasá y ponete cómodo.

no nos vimos en santa ana la vez leías "terapia"?

mpg dijo...

precioso lo que contás, laura. mientras leía tu post pensaba que no podría recordar momentos de lectura tan intensos como los tuyos pero me acordé de algunos.

leí gran parte de los libros de agatha christie sobre la cama de mi mamá, cuando volvía de la escuela y no había nadie en casa.
y los seguía leyendo ya de noche, sólo alumbrada por la estufa de gas.

leí música para camaleones de un tirón, de noche, en lo de una compañera del secundario, y muchos libros así, en los insomnios en casas de amigas que se dormían pronto.

leí los hijos del capitán grant de julio verne, elegido sólo por ser muy gordo, cuando viajé desde suiza a argentina sola, a los diez años, cuando volvía la democracia y yo miraba por la ventana, desconcentrada, en las nubes finalmente literales.

leí de garrón mirar al sol, de irving yalom y muchos, muchísimos libros sobre embarazo, crianza, lactancia, diarios de maternidad, en una cadena de librerías donde el olor a café se te mete por los ojos y se te pringan los dedos con el pegote de la medialuna y ya te da cosa dar vuelta la hoja si no te los chupás un poco antes.


leí genoveva de brabante en lo de mi abuela, en el colchón duro que se sacaba de abajo de su cama, tapada con tantas frazadas como había en la casa, sin poder mover las piernas, escuchando cada hora las campanas graves del reloj que tenía en el comedor.

leí hace un rato El pasillo del tren con letras enormes, en formato e-book convertido a pdf después de haber descargado e intuido un poco el programa calibre, en la notebook apoyada sobre el escritorio negro del entrepiso, mientras mi hijo se dormía en el cuarto a mis espaldas, hecho un bollo en la mitad de la cama para no perderme de vista.

mpg

Laura Wittner dijo...

qué hermoso e inesperado relato, mpg (y encima me incluye)! yo también bajé el calibre a pura intuición para ver, justamente, cómo había quedado "el pasillo" en versión digital.
los libros sobre maternidad casi siempre se leen en librerías, entre pringue.
los libros leídos en la penumbra con el hijo dormido deberían constituir una categoría en sí mismos.
gracias por el comentario.