27 de marzo de 2011

Vení, mamita, que te traduzco toda

Psé, estoy un poco stalker con Lydia Davis. Pero también... fijate cómo escribe. Fijate lo que escribe. Levanten la mano los que nunca terminaron solos junto a la ventana del living a altas horas de la noche.

Distraída
El gato lloriquea en la ventana. Está queriendo entrar. Pensás que vivir con un gato y con los requerimientos de un gato te hace pensar en cosas simples, como la necesidad de un gato de entrar a la casa, y lo bueno que es eso. Pensás en esto y estás demasiado ocupada pensándolo como para dejar entrar al gato, así que te olvidás de dejarlo entrar, y sigue lloriqueando en la ventana. Ves que no dejaste entrar al gato, y pensás en lo raro que es que mientras pensabas en las necesidades del gato y lo bueno que es vivir con las necesidades básicas de un gato, no lo hacías entrar sino que seguías dejándolo lloriquear en la ventana. Después mientras pensás en esto y lo raro que es, dejás entrar al gato sin saber que lo estás dejando entrar. Ahora el gato se sube a la mesada y lloriquea porque tiene hambre. Ves que el gato tiene hambre pero no pensás en darle de comer porque estás pensando en lo raro que es que hayas dejado entrar al gato sin saberlo. Después ves que lloriquea de hambre y no le estás dando de comer, y mientras lo ves y pensás que es raro que no lo hayas oído lloriquear, le das comida al gato sin saber que se la estás dando.

Mano
Más allá de la mano que sostiene este libro que leo, veo otra mano que yace ociosa y ligeramente fuera de foco – mi mano extra.

Lo que siento
Últimamente trato de decirme que lo que siento no es muy importante. Ya lo leí en varios libros: lo que siento es importante pero no es el centro de todo. Tal vez lo entiendo, pero no me lo creo tan profundamente como para actuar en consecuencia. Me gustaría creérmelo más profundamente.
   Qué alivio podría llegar a ser. No tendría que pensar todo el tiempo en lo que siento, y tratar de controlarlo, con todas sus complicaciones y consecuencias. No tendría que tratar de sentirme mejor todo el tiempo. De hecho, si no creyera que lo que siento es tan importante, probablemente ni siquiera me sentiría tan mal, y no sería tan difícil sentirme mejor. No tendría que decir: Ay, qué mal me siento, éste es mi fin, aquí de noche en el living a oscuras, afuera la calle oscura bajo los faroles, estoy tan pero tan sola, todos los otros de la casa están dormidos, no hay consuelo en ningún lado, nadie más que yo, sola, acá abajo, nunca voy a poder calmarme como para dormir, nunca dormir, no voy a llegar hasta mañana, no voy a poder seguir, no puedo vivir, no llego ni al próximo minuto.
   Si me creyera que lo que siento no es el centro de todo sino sólo una de muchas cosas, no lo sería; sería sólo una de muchas cosas, a un costado, y yo sería capaz de ver y prestar atención a otras cosas igualmente importantes, y entonces me aliviaría un poco.
   Pero es curioso cómo uno puede ver que una idea es absolutamente cierta y correcta y aun así no creérsela tan profundamente como para actuar en consecuencia. Así que sigo comportándome como si mis sentimientos fueran el centro de todo, y esto sigue conduciéndome a terminar sola junto a la ventana del living a altas horas de la noche. Lo diferente, ahora, es que tengo esta idea: tengo la idea de que pronto ya no voy a creer que mis sentimientos son el centro de todo. Esto es un verdadero consuelo, porque si uno se empieza a desesperar, pero al mismo tiempo se dice que tal vez esa desesperación no sea tan importante, se deja de desesperar o bien se sigue desesperando pero al mismo tiempo empieza a darse cuenta de que también esa desesperación puede correrse a un costado, una entre muchas cosas.


(Ah, y encima anduve balbuceando sobre ella acá).


15 de marzo de 2011

Hace mucho que no pongo algo de Lydia

Conducta extraña
Ya ves, la culpa es de las circunstancias. En realidad no soy una persona extraña si no paro de ponerme pedacitos de Carilina en los oídos y me ato una bufanda alrededor de la cabeza: cuando vivía sola tenía todo el silencio que necesitaba.

Lydia Davis



(Traducido por impulso y por identificación directo de la página al blog a las 8 y media de la mañana, recién al tercer mate. Pero se aceptan reclamos. ¿La Carilina suena rara? Buen, era Kleenex. ¿Pero medio que últimamente acá se impuso Carilina? Estuve a punto de empezar uno de mis googleos pierdetiempo para analizar esta cuestión marketo-literaria. Por suerte algo me detuvo, una vocecita: "tenés cosas más importantes que hacer, y el tiempo y el silencio son escasos --no vivís sola--". Sí, voz, por ejemplo, escuchar el podcast de la presentación que hizo Lydia, hace unos días, en Film Forum --Nueva York-- de la película Madame Bovary, de Vincente Minnelli. La invitaron porque ella tradujo al inglés Madame Bovary. Mi amigo Mark fue y, de mi parte, le preguntó cuándo es que salen sus cuentos completos en castellano. Dijo que no sabía. Así que yo por si acaso la sigo traduciendo...).

11 de marzo de 2011

Ushuaia, 1999

En el siglo pasado, antes y después de muchas cosas, me fui unos días a Ushuaia. Nunca había ido y por ahora no volví. Fue un viaje lleno de momentos de quietud; de ésos en los que todo te atraviesa, mucho se te instala, algo te modifica. Después escribí este texto para una vieja publicación en Internet, y el texto quedó boyando, cruzó nomás el siglo y hace poco me volvió, y me gustó. Ahora que tengo blog, dijemé, aprovecho y lo pongo. Bueno, lo linkio. Es ahí donde dice "vieja publicación en Internet".


Ahí estoy, con el gorro de aviadora.

9 de marzo de 2011

Hoy me habló una palabra





¿Alguna vez me había dado cuenta del significado literal del verbo "ratificar"? Pareciera que no. Qué distracción. ¡Qué asquete! ¿Será como con el sapo: después la besás y la princificás?

4 de marzo de 2011

Por qué seré tan obediente

                                                          
Si detesto la palabra "tipiar"... Prefiero mil veces "tipear". Y puse lo anterior siguiendo alguna vieja indicación de ya ni me acuerdo qué diccionario...

3 de marzo de 2011

Hoy, jueves

Tipiando dentro de este laberinto:




Imaginando otras vidas y otras formas de vivir. Escribir la vida de otro es bastante como vivirla; eso dice Michael Holroyd, que es biógrafo; no necesita de la reencarnación.