28 de julio de 2010

Mark Dow escribe el ruido de la lluvia

Pero lo escribe en inglés, y traducirlo no es sencillo si se quiere que el poema siga conteniendo esos sonidos. Lo bueno es que el autor ayuda: no solamente aprueba o desaprueba, sino que tira ideas nuevas, ideas que tal vez había tenido durante la escritura del poema pero no se hicieron del todo visibles en esa primera versión, o que el castellano le permite desarrollar mejor. Entonces, después de treinta mails con preguntas y respuestas, me termina diciendo: "Parece que me estuviera mandando a hacer un poema nuevo, a medida". Y le gusta la idea, y le gusta, por suerte, esta nueva versión a la que llegamos entre los dos.

Mark Dow nació en Texas pero vive en Brooklyn, Nueva York. Nos conocimos en 1997, en una lectura de poesía en un subsuelo. Es mi amigo y asesor permanente en cuestiones de uso del idioma inglés. El poema éste que tradujimos apareció, en su versión original, en http://www.fascicle.com/, pero el link a veces anda y a veces no.

La imagen es un cuadro de Norman Bluhm, que era amigo de Frank O' Hara, que era amigo de James Schuyler, que a Mark le gusta tanto como a mí.





















Anochecer perforado

Las gotas estallan sobre el cemento cálido y mojado,
golpetean la repleta canaleta de hojalata a lo largo del techo salido,
allí que tic, que tac y puntean los charcos de murmullos
esporádicamente como pis goteando de la pija de un viejo.
Trazos eléctricos dibujan zags a través de quichicientos huecos.
Riachuelos serpentean parabrisas hacia vasto capó azul, mar a la larga.
La goma negra agrietada que bordea el parabrisas realmente habría que cambiarla.


Perforated Evening

Drops splat onto the warm and wet cement,
patter the teeming tin gutter along the jutted rooftop,
tick scattered tocks there and whisper dots to puddles
sporadically as piss trickling from an old man's dick.
Electric strokes zag through the zillion tiny holes.
Rivulets meander windshield toward extensive blue hood, eventually sea.
Cracked black seal along the windshield really needs to be replaced.

27 de julio de 2010

Que si vengo, que no voy, que si estoy, que me pierdo...

A veces cuando traduzco las palabras se me empiezan a enroscar en los tobillos y me hacen tropezar y quedo ahí tirada en medio de la maraña de sentidos. Y ya no sé qué está bien y que está mal, y empiezo a googlear ridiculeces y hasta le pego un tubazo a la señora de la Acadé, ésa que te soluciona la vida por teléfono (la vida lingüística, se entiende) mientras, imagino, moja las vainillas en el té con la destreza necesaria como para que no se le desintegren y le formen en el fondo de la taza una capa vainillosa imposible de tragar una vez que termine con tus ridículas consultas.
Bueno, pasa que la señora no responde el teléfono, supongo que no será para preocuparse pero no responde, y entonces se me ocurrió poner la duda acá, a ver si la lee alguien que me la sepa disipar: la expresión "venir a la mente" (como en "de pronto me vino a la mente la cara de mi profesora de química", -- qué horrenda la cara de Sordelli, ya que estamos), ¿puede usarse, y es correcta, para otras personas que no sean la primera? Muchas veces la vi, sí: "le vino a la mente tal cosa". Pero ¿es que el verbo "venir" se despoja, en esta expresión hecha, del significado de avanzar hacia o llegar hasta el lugar del que enuncia? O podríamos pensar, si se trata de ficción, que si el punto de vista del narrador, aunque esté en tercera, está efectivamente en ese personaje (o si estamos ante el famoso discurso indirecto libre, por ejemplo) se justifica ese "vino" de "le vino a la mente"? Problema que se solucionaría, claro, con un "le fue a la mente", si existiera la expresión. Ma no, non esiste.
(Tengo miedo de estar preguntando algo muy idiota, lo confieso. Por suerte modero los comentarios).


24 de julio de 2010

Las rimas son de nosotros, los dibujos son ajenos

Más exactamente, de María Hellemeyer.
Es parte de una serie de libritos para chicos que pensamos juntas hace tiempo.
Todavía buscan editor.










21 de julio de 2010

La rima, si traducida, dos veces rima

Y siguiendo con el tema. Si tuviera que pronunciarme respecto de la poesía rimada y su traducción, me encontraría en un ni que sí ni que no. Qué raro en mí.
No, lo que me parece es que hay que estudiar cada caso en particular. Por "cada caso" me refiero a la dupla poema/traductor. Porque hay poemas que sería tan difícil traducir con rima que sería forzarlos, obligarlos a rimar; y ya se sabe que a la fuerza las cosas nunca salen bien. Pero también puede ser que esos poemas se encuentren con un traductor tan iluminado y ducho en asuntos de métrica y de rima que logre rearmar el texto al otro lado del espejo sin volverlo un invento contrahecho.
Hay en cambio poemas que dependen tanto de sus rimas y sus músicas que traducirlos sin ellas sería lo contrario: forzarlos a no cantar, o desnudarlos.
Y en el medio hay, claro, un montón de variantes y un montón de traductores y un montón de maneras de pensar la cosa.
Todo esto para poner un poema que me tocó traducir hace un tiempo, con el que me divertí mucho. Yo creo que cae en la categoría "traducilo con rima y si no dejá, no lo traduzcas". Es de J. R. R. Tolkien y está en El libro de los gatos, que compiló y prologó Liliana García Carril para Bajo la luna.
Va el original primero, después la traducción.
El gatito frenético lo dibujó Juan Lima.



Cat                                                                                                 
The fat cat on the mat
may seem to dream
of nice mice that suffice
for him, or cream;
but he free, maybe,
walks in thought
unbowed, proud, where loud
roared and fought
his kin, lean and slim,
or deep in den
in the East feasted on beasts
and tender men.

The giant lion with iron
claw in paw,
and huge ruthless tooth
in gory jaw;
the pard dark-starred,
fleet upon feet,
that oft soft from aloft
leaps upon his meat
where woods loom in gloom --
far now they be,
fierce and free,
and tamed is he;
but fat cat on the mat
kept as a pet
he does not forget.


Gato
El gato barrigudo en el felpudo
cuando soñando
parece estar con marrones ratones
o quesos blandos,
de rugientes parientes
quizás vaya detrás
en pensamiento,
resuelto, esbelto, desenvuelto
sin sometimiento;
o se deje llevar, en su soñar
hacia profundas cuevas en Oriente
y allí de tiernos hombres se alimente.

El inmenso león sin compasión
de férreas garras,
hirientes dientes
en feroces fauces;
el gallardo leopardo
de ligera carrera
que en sigilosa espera
se encumbra en la penumbra
y cae sobre su presa con destreza...
lejos se fueron
libres y fieros,
y a él lo domesticaron, pero
aun en su mullida vida
de mascota vencida
el gato barrigudo no se olvida.

18 de julio de 2010

Jimmy Schuyler: uno cortito justo para hoy


Celebrando la ley de matrimonio gay y la nieve inminente.


                                                     
                                                                Una ciudad blanca

                                                                Mis pensamientos giran hacia el sur
                                                                una ciudad blanca
                                                                despertaremos abrazados.
                                                                Despierto
                                                                y oigo golpetear el radiador
                                                                como un corazón de metal
                                                                y veo que ha nevado.

15 de julio de 2010

Átame

Casi siempre me alegro cuando en una novela que estoy traduciendo aparece alguna cosita rimada que hay que reinventar. Algo liviano como una canción, un verso popular, cosas así. Con las que no hay que entrar en planteos teóricos sobre si está bien o mal traducir con rima. Cosas cuya rima y musicalidad hacen al vaivén argumental de la novela tanto como su contenido concreto -- o a veces más. Salvo que esté teniendo un muy mal día, me divierte. Disfruto de la constricción triple de la métrica, la rima y el sentido. Y si es una canción que tiene que volver a entrar, una vez traducida, en cierta música, disfruto todavía más. ¿Seré un cacho masoquista? Por ejemplo con esta cancioncilla que le viene a la mente, así porque sí, de buenas a primeras digamos, al personaje de la novela de la derecha mientras flota panza arriba en el mar preguntándose si el barco desde donde cayó volverá alguna vez a rescatarlo. (Es lo que estoy traduciendo ahora, para La Bestia Equilátera).


Dice la canción original (que existió, ¿eh? Fue compuesta en 1876):

My grandfather's clock was too large for the shelf,
So it stood ninety years on the floor;
It was taller by half than the old man himself,
Though it weighed not a penny-weight more.

It was bought out of pawn
On the day that he was born,
And was always his treasure and pride;
But it stopped
Short
Never to go again
When the old... man... died.


Y digo yo:

No cabía en el estante el reloj de mi abuelo:
pasó noventa años en el suelo.
Era el doble de alto que el viejo
aunque en peso ambos iban parejo.

Lo desempeñaron
el día que nació
y fue siempre su orgullo y tesoro;
pero paró en seco
y ya nunca arrancó
el día... que el viejo... murió.

13 de julio de 2010

Al paso, al trote...

Traducir rápido es como galopar -- viene el impulso y te pone a teclear como si fueras un caballo espoleado y de pronto sentís que vas cubriendo terreno, llenás de letras la pantalla en blanco como el caballo deja doble huella en la tierra sin pasto.


(Claro que después habrá que volver sobre las huellas).

12 de julio de 2010

Así como Koethe homenajea a Wallace Stevens...




... se ve que yo también homenajeo a mis ídolos (ya que no maestros, qué lástima, che), sin talento alguno y de forma totalmente inconsciente.








Los de arriba son Rosa y su hermano Juan, del libro El túnel, de Anthony Browne. Éstos de la derecha son mis hijos, fotografiados por mí, bajo influencia. ¡Oia! Juro que fue sin querer. Bueno, sin tratar.





11 de julio de 2010

Invita Paz Levinson desde su Inventario




FESTEJO

ANIVERSARIO INVENTARIO

INSTALACIÓN Y LECTURA

EN MERIDIÓN AC EL 17 DE JULIO A LAS 18 HRS. (VENEZUELA 1549)

ESTÁN TODOS INVITADOS


LEEN: CECILIA PAVÓN, LAURA WITTNER, INÉS ACEVEDO Y EZEQUIEL ALEMIÁN

7 de julio de 2010

John Koethe, o cómo describir la tarde del domingo


No soy muy partidaria de combinar música con poesía. Si se lee, se lee y si se escucha, se escucha, me suele parecer, aunque reconozco que es una falencia mía. La poesía, además, trae su propia música. No sé, me cuesta. Después de esta declaración, por supuesto, me desdigo: es que en este caso el poema y la música vinieron juntos de entrada. La primera vez que leí "Sunday Evening" de John Koethe sonaba a mi alrededor "What If", de Kenny Barron, con Barron en piano y Regina Carter en violín. Era en otro país, departamento ajeno y piso alto, y todo confluyó y la unión me pareció perfecta. Me pareció que "What If" reproducía el deambular, las cavilaciones y los saltos de energía de un domingo a la tarde, y hasta el murmullo de abejas del final, ambiguas ondulaciones. Por eso se me ocurrió poner el poema, traducido, y la música, como para invocar esa primera vez. Para que se pueda leer mientras se escucha. Poner el archivo de música en el blog no me salió; tuve que armar el videíto.
El poema lo traduje con ayuda y supervisión de mi amigo Mark Dow, que también es poeta y vive en Brooklyn. Una vez Mark se encontró en algún tipo de evento con John Koethe y le contó que habíamos traducido varios poemas suyos, y al parecer a Koethe le agradó la cosa, aunque el intercambio no pasó de ahí.
Bueno, acá va. El que quiere pone play y el que no, no.




Domingo a la tarde


Ideas como cristales y la lógica del violín:

otra vez las intrincadas evasiones se preparan

para avanzar sobre lo inarticulado. Y pronto

comienza la melodía matinal, las naranjas y el té,

la caminata introspectiva por el barrio,

el ruido ambiente, el grave lenguetazo de agua sobre piedras.

La paz que uno consigue lo encuentra a uno solo,

en recuerdos de libros, de partes de canciones,

o en los dulces encantos del modo pasivo:

dudar, cavilar, demorarse en la biblioteca y finalmente,

como de una silla verde y soleada, levantarse y partir.

Los mediodías parecen más oscuros, y los adolescentes

que siempre andaban por el estacionamiento ya no están.

Más agua en los ojos, más músicos desentonados en los subtes,

y desde la fuente de sentido un constante canturreo incidental.

Es una especie de reconfiguración, y el ejercicio solitario

que busca reafirmar su nombre suena hueco. En el cielo, el sol

     está más bajo,

y cuando uno se vuelve hacia lo que sentía el hogar,

las ventanas empiezan a llamear con una luz desamorada,

como si las alcobas que ocultan estuvieran vacías. ¿Es así

el paraíso? ¿La misma perspectiva desde otra habitación,

poblar un paisaje visto desde el balcón de alguien

en un instante suspendido – un avión plateado asciende silencioso

y la vida, al menos la que uno ha conocido, se va alejando?



Yo pensaba que la gente entendía estas cosas.

Padecen la intrusión gradual de un vasto,

impersonal sistema de intercambios en el más íntimo dominio

donde cada objeto se refería a otro, cantándose entre ellos

en una hermosa regresión de olvido. La naturaleza como idioma

fiel a sus términos, pero con una cara casi humana

que tomó los románticos, oscuros movimientos de deseo, amor y pérdida

y les dio cuerpo, y los puso a la vista;

reemplazados por emblemas de lo más sublime,

como el Paraíso de Cantor, o Edward Witten con la vista perdida

mientras las hojas caen y un perrito corre entre ellas en el parque.

¿Algo de eso era mío? ¿Fue alguna vez de alguien?

El tiempo vuelve las cosas más sólidas de lo que fueron;

sin embargo, estas cosas imaginarias – delfines y campanas, la terraza

     soleada

y las alas verdes y brillantes, el islote lejano sobre el lago –

nunca fueron barreras, sino simples condiciones de ser, una niebla encantadora

que envuelve y luego cede como sorpresa blanda,

como si las cosas contra las que uno había empujado fueran cascotes de

     espacio.

El aire de la tarde parece más dulce. La luna,

surgiendo de un laberinto de nubes en el cielo abierto,

arroja una luz tenue sobre los árboles. Infinitamente lejos,

uno casi cree oir – como si los dedos de un gigante solitario

dibujaran el esquema puro y abstracto de esas cuerdas

en un momento privado de deleite – las ambiguas ondulaciones

de las silentes sílabas, como un murmullo de abejas.

2 de julio de 2010

Noy y Cortese leen un poema mío


Esto fue antes de ayer, en el Café Rivas, en San Telmo. También leyeron poemas de Martín Rodríguez y Estela Figueroa. Para mí, fue una muy buena opción a la monotonía grave en la que caigo cuando tengo que leer en voz alta. Brinca un poquito la cámara en "tu papá está grave" porque me reí -- Noy habló como una verdadera bobe Elena. Es raro que otro lea lo que una escribió. Es una pista de cómo entran esas palabras tan propias en la mente de los otros. Yo me siento muy honrada y estoy muy agradecida con Rita y Fernando. Abajo copio el poema; en el video no se escucha la primera línea.


Cómo hacer cosas con palabras


El zeide Aarón, en sus últimos años,

me compró el María Moliner,

el Simon & Schuster’s y el Garzanti,

y en el cauce ídish del porteño

con un beso y un abrazo, sentenció:

“No te entregues tan fácil”.

Do not go gently. Rabia y risa, y después,

cartas vía aérea con su letra trabajosa.

Y a la vuelta, almuerzos sencillitos

en el silencio austero de su departamento.

Se murió, claro. Yo ahora hago buen uso

de las palabras que se ocupó de conseguirme.



El zeide Leo, a mis ojos,

vivió entre pajaritos enjaulados

y máquinas de coser.

No me habló: pero puso mi nombre

en hilo rojo de bordar, en gran cursiva

en una bolsa de tela azul marino

que se ocupó de fabricar.

Él se murió; yo seguí usando

la bolsa unos dos años más.

El zeide Leo, entonces, dice Laura.



La bobe Elena: “Tu papá está grave.

Esa verruga es venenosa.

Es un secreto entre nosotras.

No lo fastidies”. ¡Mentira!

Cantó, jugamos,

me mostró qué tiene de importante

la forma en que la luz decide

atravesar cada grupo de hojas

en hileras de árboles,

me convirtió al chocolate de taza

y me mintió.



La Baba Etia. ¿Qué palabras...?

¿Cómo armamos tanta cosa en siete años?

¿En qué tonos y voces?

Cruce fugaz, pero fulminante.

Sólo puedo citar: “No aguanto más.

Nunca voy a salir de este hospital”.

Yo huí por un pasillo blanco

oníricamente interminable.


1 de julio de 2010

Qué bronca

Que para "impermanence" no exista "impermanencia". Hay que poner "transitoriedad" que no es igual, porque "impermanencia" se detiene en el hecho de no quedarse, mientras que "transitoriedad" más bien sigue a la idea mientras pasa de largo.
Broncas semánticas que pueden hacerme perder una hora de trabajo en la mañana gris.

*El budismo sí usa la palabra, como concepto específico. Pero a mí no me la aprueba ningún diccionario ni academia.