21 de abril de 2016

De Hungría a su mesa

Pasando por el inglés, sí. Y bueno. Acá mi amoroso intento para la versión castellana.





19 de abril de 2016

El idioma puertorriqueño

Claro que fui con esa idea previa generalizada y purista en vano: que el castellano de Puerto Rico blá, que el inglés blá... Resultó que cualquiera que me hablara en Puerto Rico parecía celebrar conscientemente el castellano, y ahondarlo y expandirlo en múltiples direcciones. Me recitó un poema el cuidador de un estacionamiento junto a la cascada, y otro el vendedor de dulce de coco en la playa (él era dominicano pero puertorriqueño por adopción). España todavía resuena en el idioma puertorriqueño, y resuena, claro, el inglés, pero fagocitado, y el resultado para mí fue encantador. Todo esto es una impresión fugaz de siete días, sin ninguna base bibliográfica. Sin embargo, en el vuelo de vuelta leí a Juan Ramón Jiménez explayarse sobre el tema, sin duda con conocimiento real, ya que vivió muchos años en Puerto Rico. Y acordamos en todo. Y encima ¿no va y pone como ejemplo la palabra que yo había fotografiado días antes en el baño de la librería AC, de Santurce?




13 de abril de 2016

Patrizia: cinco más

Tenía la intención, después de éste, de seguir traduciendo sin parar a Cavalli. Pero vieron cómo es. Traduje sólo los que copio acá, y ni siquiera creo haber terminado de corregirlos. Los pongo igual: como para autoalentarme a seguir adelante.


Yo científicamente me pregunto
cómo es que fue creado mi cerebro
qué puedo hacer ahora con este error.
Finjo tener alma y pensamientos
para poder moverme entre los otros,
a veces hasta me parece amar
algunas caras y palabras, raras;
ser tocada querría poder tocar,
pero descubro que mis emociones
dependen de un temporal cercano.


¡Ay, dejá, silla, de ser así tan silla!
Y ustedes, libros, ¡no sean así de libros!
Como la ponés queda, la ropa abandonada.
Mucha materia, demasiada identidad.
Todos patrones de la propia forma.
Son. Son lo que son. Solitarios.
Y yo los veo uno por uno separados
y fija también yo hago de plazoleta
de estos objetos fijos, solos, congelados.
Se necesita mucha ternura espaciosa,
una prisa piadosa que mueva y que confunda
estas formas patrones siempre iguales, porque
no es cierto que se vuelve, no se vuelve
al vientre, se parte solamente,
se avanza hacia lo singular.


Un gato que duerme al mediodía
en la anchísima cama matrimonial
en un punto cualquiera, pero cómodo,
que se despierta a una hora cualquiera
porque cualquiera pasa y lo acaricia,
no se despierta del todo ni pregunta
quién lo acaricia, sino que se asoma
del sueño sólo un poco
para estirarse en dócil extensión
para que dure más esa caricia.
Tal vez así podría ser el amor.


La perfección del primer mal verdadero
no conoce licencias ni descanso.
Cobarde y maldita se aparece  
si leo un libro si miro por la ventana,
si veo amigos si hablo por teléfono
y sobre todo se aprovecha
del silencio de los días de fiesta.


Debo fingir vulgaridad y traición
para acomodarme en el sofá
para devolver miradas; explicando
los trece pliegues de un pensamiento
descifro la sagaz sentencia que se posa
sobre las palabras sentimentales que digo
que digo fingiendo también el amor
y en la ficción reconozco el punto perfecto
el único posible de la certeza.

4 de abril de 2016

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