Yo científicamente me
pregunto
cómo es que fue creado
mi cerebro
qué puedo hacer ahora
con este error.
Finjo tener alma y
pensamientos
para poder moverme
entre los otros,
a veces hasta me
parece amar
algunas caras y
palabras, raras;
ser tocada querría
poder tocar,
pero descubro que mis
emociones
dependen de un
temporal cercano.
¡Ay, dejá, silla, de
ser así tan silla!
Y ustedes, libros, ¡no
sean así de libros!
Como la ponés queda,
la ropa abandonada.
Mucha materia,
demasiada identidad.
Todos patrones de la
propia forma.
Son. Son lo que son.
Solitarios.
Y yo los veo uno por
uno separados
y fija también yo hago
de plazoleta
de estos objetos
fijos, solos, congelados.
Se necesita mucha
ternura espaciosa,
una prisa piadosa que
mueva y que confunda
estas formas patrones
siempre iguales, porque
no es cierto que se
vuelve, no se vuelve
al vientre, se parte
solamente,
se avanza hacia lo
singular.
Un gato que duerme al
mediodía
en la anchísima cama
matrimonial
en un punto cualquiera,
pero cómodo,
que se despierta a una
hora cualquiera
porque cualquiera pasa
y lo acaricia,
no se despierta del
todo ni pregunta
quién lo acaricia,
sino que se asoma
del sueño sólo un poco
para estirarse en
dócil extensión
para que dure más esa
caricia.
Tal vez así podría ser
el amor.
La perfección del primer mal verdadero
no conoce licencias ni
descanso.
Cobarde y maldita se
aparece
si leo un libro si
miro por la ventana,
si veo amigos si hablo
por teléfono
y sobre todo se
aprovecha
del silencio de los
días de fiesta.
Debo fingir vulgaridad
y traición
para acomodarme en el
sofá
para devolver miradas;
explicando
los trece pliegues de
un pensamiento
descifro la sagaz
sentencia que se posa
sobre las palabras
sentimentales que digo
que digo fingiendo
también el amor
y en la ficción
reconozco el punto perfecto
el único posible de la
certeza.
2 comentarios:
qué bueno lauuuuuu!!!!!!
gracias!
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