Un endecasílabo y tres fotos.
26 de junio de 2012
25 de junio de 2012
Mujer bajo influencia
Antes tal vez tenía una pequeña idea y la agrandaba ("desarrollaba") para engalanar mi blog. Ahora tal vez tengo una idea mediana o con perspectivas de desarrollo pero la comprimo (y muchas veces la achico) para rellenar el timeline de Twitter.
¿Es esto bueno o malo (para el pueblo judío)? Estoy viendo.
En este momento soy, como Gena, una mujer bajo influencia, y no sólo bajo influencia de Twitter (buena estaría).
Buceando.
De vez en cuando asomo la cabeza y traigo un hipocampo, un pulpito, un alga; cosas para poner en la pecera.
¿Es esto bueno o malo (para el pueblo judío)? Estoy viendo.
En este momento soy, como Gena, una mujer bajo influencia, y no sólo bajo influencia de Twitter (buena estaría).
Buceando.
De vez en cuando asomo la cabeza y traigo un hipocampo, un pulpito, un alga; cosas para poner en la pecera.
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qué sé yo
15 de junio de 2012
3 de junio de 2012
Una locomotora llamada melopeia
(Este textito lo escribí para un libro que se llama La música de la poesía, que publicó este año Ediciones Del Dock. La la la.)
¿Por qué me
tira tanto la temática ferroviaria? ¿De dónde me viene esa constante
inclinación a usar imágenes relacionadas con el tren? Porque me tira, me
tira... ¿O será que en realidad tira de
mí, igual que la locomotora da tracción a los vagones que la siguen? Tal
vez es eso: un motor que impulsa mi escritura y mis lecturas. Delante va el
motor y detrás los vagones, dejándose llevar. Pero dejándose llevar con cierta
musiquita: ta-tán, ta-tán, quetrén, quetrén... Sí; es posible que me
identifique con los trenes porque, como yo, tienen locomotora: la que los mueve
y les propone un ritmo. Y a mí se ve que tienen que moverme, y moverme con
ritmo.
La poesía que me gusta tiene tracción a
música. Está hecha de versos que se pueden canturrear. Guardo en la memoria
(entre tantas otras cositas sueltas) una colección de partes de poemas que sé
que me gustaron o me gustan pero que no recuerdo palabra por palabra. Lo que
recuerdo es su música, y ciertas características sonoras que vuelven a
desplegarse en su totalidad cada vez que los releo. Y son muchas las veces que
el impulso de releerlos lo provoca la aparición espontánea de su musiquita,
como desde un almacén mental de larga data que se autoactiva en random en los momentos más inesperados –en
la calle, caminando, bajo influencia de unos mazazos contra la pared o invocados
por el traqueteo del carrito de bebé sobre diferentes modelos de baldosas– y me ofrece pintorescos popurrís. (De larga
data, aclaro, porque los elementos incorporados en la infancia y la
adolescencia no sólo no se borran, sino que suelen ser los primeros en
aparecer).
Para armar un ejemplo:*
Wanted,
wanted: Dolores Haze.
Hair:
brown. Lips: scarlet.
Age:
five thousand three hundred days.
Profession: none, or "starlet".
Brillan las moreras y los carolinos,
se hinchan los sarmientos de las viñas prietas,
y hay en los caminos
y en las ríspidas sierras violetas
una triste alegría pagana
que es oro en la tarde y oro en la mañana.
Y en el pueblo no tendré nada que hacer,
sino echarme luciérnagas a los bolsillos
o caminar a orillas de rieles oxidados
o sentarme en el roído mostrador de un almacén
para hablar con antiguos compañeros de escuela.
Rage,
rage, against the dying of the light.
allá va
allá va
un satélite en el cielo...
Rage,
rage, against the dying of the light.
Y ya que lo cité: igual que Dylan Thomas, me
enamoré primero del sonido de las palabras. También a mí me sedujeron, al
principio, las formas sonoras de las rimas infantiles más que las peripecias de
sus personajes. Y poco a poco pude ver que esas formas sonoras entraban en
contacto produciendo toda clase de música. No sólo la agradablemente melodiosa,
la de métrica regular y rima exacta, la equipada con acentos internos que
vuelven a un poema “poema cantable” (como el cantabilísimo Wanted, wanted de Nabokov). También la musical rispidez con que
ciertas palabras se miden entre sí, se entrechocan o se suben una encima de
otra:
What
are the roots that clutch, what branches grow...
O esas líneas sueltas que se nos instalan
como si fueran estribillos, resurgen una y otra vez convocadas por ¿qué? Nunca
se sabe: una idea que se mueve por el mismo camino sonoro, la intención de
decir alguna cosa con iguales altibajos... la intención, incluso, de moverse con iguales altibajos:
El pasto, el sábado, surcado por las huellas...
A esta hora dignísima de la noche...
La tua irrequietudine mi fa pensare
agli
uccelli di passo che urtano ai fari
nelle sere tempestose...**
¡“Nelle
sere tempestose”! Acá Montale, sin duda por medio de la alquimia, logra una
música tan breve y tan exacta que
repetir esta sucesión de tres palabras es casi como comer un caramelo. Y no es
sólo el sonido (hay frases donde sí); me parece que interviene, además, otra
cuestión, que es la musicalidad surgida del feliz alineamiento de una idea con
la manera en que es expuesta (cuando forma + contenido = música). Comparar una
sensación de inquietud con pájaros que se chocan contra los faros en las noches
de tormenta es ya, en mi opinión, una forma de composición musical. Decirlo con
las palabras de Montale es lograr que esa composición ofrezca no sólo placer
intelectual y auditivo, sino también una cierta voluptuosidad gustativa.
Y hablando de ponerse frases en la boca,
pienso que existen incluso palabras que funcionan como microcanciones. Cada uno
tiene, según su gusto, una serie de palabras que disfruta pronunciar, como
quien canta o tararea. Sílabas incluso o, para oídos sutiles, sonidos sueltos.
Cuando se escribe siempre están ahí a mano, como recurso para impregnar el
entorno con su posibilidad musical, para impulsar la frase (quetrén-quetrén) o
para dar la nota.
Esta muy breve reflexión me llevó del poema
a la estrofa, de la estrofa al verso suelto, y de ahí a la frase aislada, a la
palabra tentadora, al fonema solitario y sin embargo cantor. Sólo me queda
incluir el silencio, que arma y desarma melodías a un lado y otro de la barrera
de mutismo. Silencio músico que gira entre las ruedas del
quetrén...
quetrén...
enlenteciéndolas,
cuando vamos llegando a la estación,
cuando volvemos a arrancar.
* Se puede imaginar, entre fragmento y
fragmento, el chillido de la púa sobre el vinilo cuando el disc-jockey lo mueve
hacia atrás y hacia delante.
** (Los versos que
cité pertenecen –en orden– a Vladimir Nabokov, Alfredo R. Bufano, Jorge
Teillier, Dylan Thomas, Leónidas Lamborghini, T. S. Eliot, Jorge Aulicino,
Rodolfo Edwards y Eugenio Montale).
Etiquetas:
cosas con palabras
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