Resulta que este año Amos ganó el premio Franz Kafka y lo fue a recibir a Praga justo cuando yo llegaba. Así es que el 23 de octubre dio una lectura pública en la Franz Kafka Society (can't stop linking), que es una librería chiquita en la calle Sĭroká -- si preguntás a media cuadra mucha gente ni te sabe indicar;la atravesás, cruzás un patio y bajás unos escalones, hay una sala angosta, oscura, llena de libros.
Fui temprano y con ansias. Tuve el impulso de abrazarlo cuando llegó y me pasó por al lado sin que nadie notara que había llegado.
Después habló en inglés y se fue dejando trasladar al checo, leyó en hebreo una parte de Una historia de amor y oscuridad y del primer cuento de Escenas de la vida rural (que yo hipercanchera seguí desde mi edición en castellano) y contestó varias preguntas de las que sólo, claro, entendí la respuesta.
Dijo entre otras cosas que debajo de la oscuridad siempre hay humor y debajo del humor más oscuridad. Que su abuela le decía: cuando no te queden más lágrimas para llorar, empezá a reirte.
Dijo: si me piden que explique en una sola palabra sobre qué escribo, digo: familias. En dos palabras: familias infelices. En tres: lean mis libros.
Porque, agregó, las familias felices -- si es que existen, que lo duda (apenas puede creer que sigan existiendo las familias, "casi nadie es monógamo por naturaleza") -- no necesitan una historia.
Contó lo culpable que se sentía en el kibbutz por tener asignado un tiempo semanal para escribir -- y ni siquiera lograrlo -- mientras que los demás "trabajaban en serio".
Y obviamente habló sobre Israel y Palestina, esos vecinos que "tienen que dividir la casa en dos departamentos más chicos y no intentar quererse, sino respetar pactos".
Al final se sentó pacientemente ante una larga fila a firmar libros.
"Nice to see the Spanish edition", me dijo con una sonrisa, levantando la vista para hablarme.
Yo le dije que tenía muy buenas traductoras al castellano. Y que estaba muy emocionada de verlo. Y le di una notita medio arrugada que le escribí mientras esperaba que llegara, aclarándole que yo nunca, pero nunca, me había comportado como semejante groupie.