6 de noviembre de 2014

Muestrita



En esta extraña inmovilidad o postración, como una voz grave y obstinada, se introducían mil pequeños accidentes: la picadura de insecto, la mano resbalándose sobre el abrelatas, una pérdida de equilibrio en los tablones de la escalera, erupciones, ollas caídas, objetos rotos o perdidos; una constante, absurda comunicación susurrada desde el reino de la incidencia fortuita. Durante medio día las canillas de la cocina se negaron a dar agua de cualquier tipo, después gotearon un licor lento y oxidado aun cerradas; cuatro tejas se cayeron del techo en una tarde de aire inmóvil; la mujer de Lyall se volvió súbitamente alérgica al sol, y andaba por ahí desfigurada.

de M. John Harrison, Running Down.

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