...Y me reencontraré con mi viejo amigo Villa José Villa!
29 de septiembre de 2010
23 de septiembre de 2010
El hombre de al lado: diseñame ésta
Porque pienso: antes, se tenía una idea. La idea debía tener algún tipo de soporte. Y el soporte había que diseñarlo de alguna manera. Entonces se buscaba un diseñador. Ahora me parece que es al revés: la idea ES el soporte. Después, secundariamente, hay que pensar qué soporta ese soporte. Es decir, rellenarlo. Entonces aparece el jefe de contenidos.
¿Es cierto, como me parece a mí, que el contenido pasó de ser LA categoría que definía un proyecto a estar a la misma altura que el diseño para, gradualmente, ir descendiendo hacia las profundidades, dejando el diseño al mando de todo?
Esto pensaba mientras veía El hombre de al lado: que al personaje de Leonardo, ese diseñador exitoso y admirado, el diseño le absorbió las ideas. Claro que el diseño también puede tener contenido (no sé, teórico, estético, comunicacional, obviamente estoy improvisando), pero llevado a un extremo, acorralado como lo acorrala Leonardo, tal vez te sorbe los sesos, te seca las ideas y hasta la ideología. Es lo que parece pasarle a Leonardo cuando manotea asustado algún último recurso: "cómo voy a mandarle a la policía...". Pero hasta esa mínima intención se desvanece entre las paredes blancas, y él parece pensar: "necesito YA un jefe de contenidos para mi cerebro".
14 de septiembre de 2010
Peligro: derrame de kitsch sobre costas mentales
Una cosa que a veces me pregunto es por qué podemos tolerar y hasta disfrutar una canción muy salame si dicha canción nos lleva, por unos minutos, de vuelta hasta una escena del pasado (una escena agradable, claro) y nos permite sentir un milímetro de lo que sentimos en esa ocasión, pero no pasa lo mismo con un texto, un poema digamos, muy malo, que en algún momento nos gustó o nos emocionó o significó algo especial para nosotros. ¿Tendrá que ver con una oposición del tipo sensorial versus intelectual? No creo, pero no sé.
Ejemplo: a los diez años tenía pegado en mi pared algo que entonces se llamaba "postercito" -- esa especie de papel entelado o tela papelada con alguna inscripción -- con el poema Hagamos un trato de Mario Benedetti. Me lo había regalado mi mejor amiga y las dos nos lo sabíamos de memoria y era como un tratado de nuestra amistad. La situación, si la pienso, me sigue pareciendo linda. El poema en cambio me hace rebotar la vista si intento entrarle.
Ahora: encuentro en youtube este video donde un cantante español canta esta canción que en el viaje de egresados de séptimo grado, en el micro hacia Villa Carlos Paz, interpretábamos a voz en cuello, abrazados, con mis compañeros de la primaria. Hasta ahora no recordaba ni que el cantante era Camilo Sesto ni exactamente cómo era la canción; solamente un cierto lineamiento melódico y algunos conglomerados aislados de palabras. Pongo play y quedo fascinada.
Para posibilitar un estudio más exhaustivo del problema, copio a continuación el postercito:
Hagamos un trato
Si alguna vez adviertes que te miro a los ojos
y una veta de amor reconoces en los míos,
no pienses que deliro;
piensa solamente que puedes contar conmigo.
Si otras veces me encuentras huraño sin motivo
no pienses que es flojera,
piensa solamente que puedes contar conmigo.
Pero hagamos un trato,
yo quisiera contar contigo,
es tan lindo saber que existes,
uno se siente vivo.
Y cuando digo esto
no es para que vengas corriendo en mi auxilio,
sino para que sepas
que tu siempre puedes contar conmigo.
Ejemplo: a los diez años tenía pegado en mi pared algo que entonces se llamaba "postercito" -- esa especie de papel entelado o tela papelada con alguna inscripción -- con el poema Hagamos un trato de Mario Benedetti. Me lo había regalado mi mejor amiga y las dos nos lo sabíamos de memoria y era como un tratado de nuestra amistad. La situación, si la pienso, me sigue pareciendo linda. El poema en cambio me hace rebotar la vista si intento entrarle.
Ahora: encuentro en youtube este video donde un cantante español canta esta canción que en el viaje de egresados de séptimo grado, en el micro hacia Villa Carlos Paz, interpretábamos a voz en cuello, abrazados, con mis compañeros de la primaria. Hasta ahora no recordaba ni que el cantante era Camilo Sesto ni exactamente cómo era la canción; solamente un cierto lineamiento melódico y algunos conglomerados aislados de palabras. Pongo play y quedo fascinada.
Para posibilitar un estudio más exhaustivo del problema, copio a continuación el postercito:
Hagamos un trato
Si alguna vez adviertes que te miro a los ojos
y una veta de amor reconoces en los míos,
no pienses que deliro;
piensa solamente que puedes contar conmigo.
Si otras veces me encuentras huraño sin motivo
no pienses que es flojera,
piensa solamente que puedes contar conmigo.
Pero hagamos un trato,
yo quisiera contar contigo,
es tan lindo saber que existes,
uno se siente vivo.
Y cuando digo esto
no es para que vengas corriendo en mi auxilio,
sino para que sepas
que tu siempre puedes contar conmigo.
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qué sé yo
12 de septiembre de 2010
8 de septiembre de 2010
Leonard Cohen. Si no es una cosa es la otra: si no estoy constipado estoy asustado.
Esta novela no fue lo más sencillo que me haya tocado traducir, y casi no me creo que finalmente partió de mi compu (bueno, técnicamente todavía está ahí) y apareció en las mesas de las librerías. Con Cohen cada palabra podía ser eso o varias otras cosas, cada frase no del todo llana podía ser un invento suyo, una referencia cultural, una cita trastocada, una cita burlada y hasta un error tipográfico. Cada sintaxis podía pasar a ser otra en mitad de la oración; resemantizando, por supuesto. En un momento, empecé a sospechar hasta de las preposiciones. Para calmar mi paranoia mi amigo Mark improvisó, desde Brooklyn, una especie de consejo asesor canadiense que hasta llegó a reportarse desde la puerta misma de la casa natal de Leonard Cohen, con álbumes de fotos incluidos (la novela transcurre en gran parte en ese barrio). Los miembros del Consejo (Kevin Pask, Marcie Frank y Judith Herz), además de dedicarse a distintas áreas de la literatura, tienen por suerte la edad suficiente como para recordar ciertas especifidades de los años '60 en Canadá. Quiero volver a agradecerles a los cuatro desde aquí. Va un parrafito:
(...) La constipación no me dejó olvidar. Constipación desde el momento en que armé la lista. Cinco días arruinados en sus primeras medias horas. ¿Por qué yo? La gran queja de los constipados. ¿Por qué para mí el mundo no funciona? El hombre solitario sentado en la máquina de porcelana. ¿Qué hice mal ayer? ¿Qué irreductible ribera de mi psique necesita mierda? ¿Cómo puedo empezar algo nuevo con todo lo de ayer dentro de mí? El odiador de la historia agachado sobre el cuenco inmaculado. ¿Cómo puedo probar que el cuerpo está de mi lado? ¿Mi estómago es mi enemigo? El perdedor crónico de la ruleta mañanera planea su suicidio: saltar al St. Lawrence llevando como lastre un intestino sellado. ¿De qué sirven las películas? Soy demasiado pesado para la música. Soy invisible si no dejo una evidencia diaria. La comida vieja es veneno, y las bolsas gotean. ¡Libérenme! ¡Houdini exhausto! ¡Perdí la magia cotidiana! El hombre acuclillado negocia con Dios, enviando listas de resoluciones de año nuevo, una tras otra. Comeré solamente lechuga. Dame diarrea si tengo que tener algo. Déjame ayudar a las flores y a los escarabajos de la bosta. Déjame pasar al club del mundo. No disfruto de las puestas de sol; ¿para quién arden, entonces? Voy a perder el tren. Mi parte del trabajo mundial no será hecha, te lo advierto. Si el esfínter tiene que ser moneda, haz que sea moneda china. ¿Por qué yo? Voy a usar la ciencia en tu contra. Voy a ir tirando pastillas como si fueran cargas de profundidad. Perdón, perdón, no aprietes aun más. Nada me ayudará, ¿es eso lo que quieres que aprenda? El esforzado hombre posado sobre un círculo se prepara para abandonar todos los sistemas. Llévate la esperanza, llévate las catedrales, llévate la radio, llévate mi investigación. Es difícil deshacerse de todo eso, pero una carga de mierda es todavía más difícil. Sí, sí, abandono hasta el sistema de renunciación. En el azulejado tribunal del amanecer un hombre doblado intenta mil juramentos. ¡Déjame testificar! ¡Déjame comparecer! ¡Déjame proyectar sombra! Por favor vacíame, si estoy vacío puedo recibir, si puedo recibir significa que viene de fuera de mí, ¡si viene de fuera de mí no estoy solo! No puedo tolerar esta soledad. Sobre todo es soledad. No quiero ser un estrella, simplemente estar muriendo. Por favor déjame tener hambre, así no seré el punto muerto, así podré distinguir los árboles en sus vidas particulares, así podré tener curiosidad sobre los nombres de los ríos, la altura de las montañas, las diferentes formas de escribir Tekakwitha, Tegahouita, Tegahkouita, Tehgakwita, Tekakouita, ¡ay, quiero que me fascinen los fenómenos! ¡No quiero vivir adentro! Renueva mi vida. ¿Cómo puedo existir en tanto recipiente de la matanza de ayer? ¿La carne me castiga? ¿Hay hordas salvajes que piensan mal de mí? ¡Asesinato en la cocina! ¡Corrales de Dachau! ¡Acicalamos seres para comérnoslos! ¿Acaso Dios ama al mundo? ¡Qué monstruoso sistema de nutrición! ¡Todos nosotros, tribus animales en eterna guerra! ¿Qué hemos ganado? ¡Humanos, nazis alimenticios! ¡La muerte como centro de la alimentación! ¿Quién se irá a disculpar con las vacas? No es culpa nuestra, no fuimos nosotros los que armamos todo esto. Estos riñones son riñones. Esto no es pollo, esto es pollo. Imaginen los campos de exterminio en el sótano de un hotel. ¡Sangre en las almohadas! ¡Materia hincada en los cepillos de dientes! Todos los animales comiendo, no por placer, no por el oro, no por poder sino sencillamente para ser. ¿Para el Placer eterno de quién? Mañana empiezo el ayuno. Renuncio. Pero no puedo renunciar con el estómago lleno. Y el ayuno, Señor, ¿te agrada o te ofende? Podrías interpretarlo como orgullo o cobardía. Mi baño me lo he aprendido de memoria. Edith lo mantenía muy limpio, pero yo he sido menos meticuloso. ¿Es justo pedirle al condenado que friegue la silla eléctrica? Estoy usando diarios viejos; compraré rollos cuando los merezca. Al inodoro le prometí muchos cuidados si es bueno conmigo; lo voy a destapar. Pero ¿por qué tendría que humillarme ahora? Uno no limpia las ventanillas en un choque de autos. Cuando mi cuerpo se ponga en marcha las viejas rutinas se pondrán en marcha, lo prometo. ¡Ayuda! Dame una pista. Hace cinco días, salvo por esa primera media hora de fracaso, que no puedo entrar al baño. Tengo sucios los dientes y el pelo. No tengo la voluntad de afeitarme, de burlarme de mí mismo con un pequeño depósito de pelo. En una autopsia, tendría un olor inmundo. Nadie me quiere comer, estoy seguro. ¿Cómo es todo afuera? ¿Hay una afuera? Soy el muerto, precintado, impermeable museo de mi apetito. Ésta es la brutal soledad de la constipación, así es como se pierde el mundo. Se está dispuesto a arriesgar todo en un río, en un baño desnudo ante Catherine Tekakwitha, y ninguna promesa.
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cosas que traduje
3 de septiembre de 2010
1 de septiembre de 2010
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