A diferencia de Joubert
De tarde, acostado en la cama,
pero no “en deshabillé rosa”
en pijama rojo y una bata amarilla
–pijama de franela y bata de toalla–
y por un momento, por un tris desprendido
del momento, triunfo donde Joubert
fracasa: no pensar nada; pero
pensándolo bien, fracaso, porque no fue
con intención, ni es muy seguro que
haya habido siquiera el recorte
de un tris entre el pensamiento y
el siguiente pensamiento, que no haya habido
pensamiento entre ellos. Lo único
claro en este día sin sombra bajo
un cielo como sombra es que el primer
pensamiento fue gris, un azul-gris
áspero y brillante, un trozo de pizarra
coloreado en exceso, y el segundo fue gris
como son algunas rosas, o el pelo que se ve
que alguna vez fue rojo, un gris con el
encanto
y el calor de un cuarto íntimo aunque no
exageradamente acogedor, con carpintería
de Pajou, o como el tapizado viejo, o
tu primer biplano. Tan diferente como
el día de la noche, y tan igual,
así como su conjunción –la nada que
puede no haber sido– también fue un gris,
más cremoso, más claro, de mirada furtiva
como el cielo o un botón grande y chato
recortado de una concha marina, la cáscara
pulida de una ostra, tal vez:
sutiles días de invierno en los que el
pensamiento
se hunde en presencia de una ausencia.
2 comentarios:
no sé qué pasa con las letras, se me reviran y salen como quieren. traté mil veces pero no puedo poner las de costumbre.
sí, pedro, hay más en este mismo blog, y habrá más en futuro librito...
Publicar un comentario