Sigo ejercitándome con el italiano (¿ya dije que me produce una intensa felicidad sensorial? Gustativa, casi.)
Vuelvo con Sandro Penna, pero esta vez son unos textitos autobiográficos publicados en un libro que se llama Un po' di febbre. El cuento que da título al libro me encanta, y es mi próximo objetivo. En verdad este libro ya está traducido al castellano (Algo de fiebre, Pre-textos) por un poeta español, Luis Antonio de Villena, sobre el que me estuvo contando un poco mi nuevo amigo vía Twitter Fabricio Tocco (@chiquidebachin). No pude acceder a la traducción de Villena, pero sí conté con la colaboración de Fabricio y de mi súper-profesora de italiano, Claudia Delpino, para sobrellevar una frase particularmente peliaguda.
Bueno; tanta aclaración para pasar a transcribir dos parrafitos miserables, dirán ustedes. Y la razón que tienen. Me callo.
Apunte triste
Conversación con el muchacho
que dice tener diecisiete años. Tiene el aspecto de un chico de catorce, y
además... ese otro aspecto – se me revela tras las primeras palabras. Pero él
no sabe nada por ahora. No sabe que no alcanza el hecho de haber tenido una aventura, que me cuenta, para salvarlo.
Sin embargo siento en él la resistencia más fuerte; como si fuera a atacarlo.
Vuelvo a mirar a los otros muchachos: su masculinidad sólida y natural, que
cede generosamente. Él, que es ya la planta que veo, y no otra, y que crecerá
como yo sé y de ninguna otra manera, él en cambio ahora se aferra a su sexo
verdaderamente como el náufrago a la roca. Pero no sabe nada.
Apunte
Está frío y nublado. Entro en
una lechería; enseguida un muchacho calienta la leche para mí. En la caja la dueña
lee absorta. Se está en silencio, incluso si el muchacho va y viene por el
local. Después entra un hombre y habla, hablará siempre. De su pan, de la leche
que quiere en abundancia, del cansancio, de su edad. Y no sólo de él. “Estás
bien acá, calentito. Si todavía anduvieras con las ovejas, allá arriba, entre
la nieve... Pero ahora, en invierno, ya no estarías en la montaña”.
“Pastorcito”, me digo del muchacho, y lo miro. Miro si se ofendió. Pero él se
acerca al vidrio largo y vacío de la puerta, abre la guía telefónica y la
hojea, lentamente.
El peón calla, veo su pan
amarillo deshecho, el pelo gris, la piel curtida por el viento. También él me
da la espalda. Y vuelvo a quedar solo con la cajera, que no existe, doblada
sobre la lectura. El muchacho pasa lento las páginas frente al vidrio de la
puerta. En la calle empieza a nevar.
4 comentarios:
¿Se podrá conseguir el libro traducido? Me dieron ganas de leer más.
Sonia.
la verdad es que yo sólo intenté encontrar el texto online. el libro no es tan viejo: salió en 2002. acá está a 15 euros, en la página de pre-textos:
http://www.pre-textos.com/escaparate/index.php?manufacturers_id=684
awww qué buen ritmo. tenés razón, es tan así, solo que las palabras de Penna suenan tanto mejor. qué bueno, me encantó , ahora quiero leerlo todo.
me encanta que se llame Sandro Penna. le voy a poner Sandro a algún personaje nuevo .
besos.
los sonidos y el olor del lugar me recuerdan a tu cuento, maría.
(pensé que ibas a decir que le querías poner sandro a... otro hijo!).
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