Traducir es adivinar. Al otro.
Cuando se está traduciendo hay que leer en paralelo muchas cosas que no tengan nada que ver con el texto traducido, porque milagrosamente aparecerán respondidas muchas dudas. O ver mucho cine con subtítulos. No me crean si no quieren. Pero la palabra problemática viene a uno desde las profundidades del azar, con una opción de traducción novedosa.
Guarda porque la palabra más anodina puede interrumpir el trabajo mandándote a escribir un poema. O el gugleo más fastidioso producir un resultado que te obliga a abrir un Word nuevo para anotar tus cositas.
Mi conclusión después de tantos años de traducir es que casi todas las palabras pueden significar casi todo.
Traducir es pensar en uno.
28 de noviembre de 2014
8 de noviembre de 2014
6 de noviembre de 2014
Muestrita
En esta extraña inmovilidad o postración, como una voz grave y obstinada, se introducían mil pequeños accidentes: la picadura de insecto, la mano resbalándose sobre el
abrelatas, una pérdida de equilibrio en los tablones de la escalera,
erupciones, ollas caídas, objetos rotos o perdidos; una constante, absurda
comunicación susurrada desde el reino de la incidencia fortuita. Durante medio
día las canillas de la cocina se negaron a dar agua de cualquier tipo, después
gotearon un licor lento y oxidado aun cerradas; cuatro tejas se cayeron del
techo en una tarde de aire inmóvil; la mujer de Lyall se volvió súbitamente
alérgica al sol, y andaba por ahí desfigurada.
de M. John Harrison, Running Down.
Etiquetas:
cosas que traduje,
diario de traducción
Suscribirse a:
Entradas (Atom)