18 de junio de 2010

James Schuyler: lo que nos es indispensable sin que lo sepamos

Que el humo se tuerza como planta marina y así vetee un bosque que recuerde la textura de una piedra de la que está hecha un abrecartas: a mí también me gustaría relacionar y encadenar de esta manera.
La de abajo es la zostera.












Un cuchillo de piedra

                                                                               26 de diciembre, 1969


Querido Kenward,

Qué perla

de abrecartas. Es justo

lo que necesitaba, algo

donde descansar los ojos, siempre

deseado, es decir

es eso que

sentía que me

faltaba pero

no lo sabía, sin uso

real y sin embargo

esencial como una caja

de botones, o los mapas, los verdes

cielos mañaneros, las islas y

canales en la avena, el vapor

del guiso de ostras. Ágata

marrón, veteada como un bosque

por un humo que presenta

la acuosa torsión de la zostera

en rápida concavidad desteñida de

herrumbre. Ondulantes líneas de

atardecer norteño –un Munch

sin la ansiedad– una

insinuación de casi ámbar:

a la nariz, un pensamiento

resinoso, al ojo,

una aguja laqueada, verde

allí donde no hay verde, una

post-imagen presente.

Pulido como un hacha, desnudo

y elegante como un lago,

varonil como un lingam,

petrificado clima de noviembre,

es la cosa justa

¿para hacer qué? ¿Para

abrir cartas? No,

es justamente la cosa, un

objeto, oscuro, feroz

y hermoso en el que

la sorpresa es que

la sorpresa, una vez

que pasa, sigue estando:

en el que disfrutar

no es consumir. Lo i-

rrecuperable retorna

en un mundo marrón

hecho de madera,

jaspeado de nieve, epi-

centro de tempestad

todavía en piedra.

3 comentarios:

Alma Larroca dijo...

no lo conocía. gracias Laura!

Anónimo dijo...

Si bien es cierto que podría parecer una mera enumeración (y estructural y formalmente lo es), me parece mucho más que eso. Se trata de una enumeración de vínculos tan estrechos y polivalentes entre los términos enumerados, los cuales, a su vez, son de enorme potencia y fulgor, que parecen cuentas bruñidas ensartadas en un cordel, sucediéndose y anulándose unas a otras. Hasta tal punto, que en medio de la lectura del poema he tenido que determe para recordar cuál era el referente, el origen: el abrecartas, cuya huella se iba perdiendo y difuminando a medida que avanzaba en el poema.
Magnífica traducción.

María

gotamarina dijo...

¡qué hermoso! ¡deslumbrante!