22 de febrero de 2012
Este verano reincidí con mi amigo el francés
Me gustó mucho esto:
"No hay que despreciar los juegos de palabras. Los peores son para los mejores amigos. Es el precio inefable de la intimidad".
Igual no sé; así sacado de contexto... Pero me llevó a todos esos felices momentos de risa casi imbécil y cómplice con ciertos amigos, con quienes nos unieron, sobre todo, los peores juegos de palabras.
*El señor niño se llama Simón y es mi nieto guatemalteco.
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15 de febrero de 2012
Dígalo... ¡pero dígalo cantando!
De qué rincón con telarañas de mi mente resurgió la entusiasta propuesta de Silvio Soldán, no sé. Yo lo que quería era contar que salió este libro de Ediciones del Dock, donde varios pensamos, desde muy diferentes estilos y puntos de vista, sobre el tema del título. Mi muy breve texto, Una locomotora llamada melopeia, bien podría resumirse en el nombre de la prenda dominical a la que alude el título de este post.
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4 de febrero de 2012
Quiero expresarlo así
"Me gustaría pensar que los objetos inanimados están sometidos a un ritmo distinto porque no tienen capacidad de pensar.
De una de las ramas de la higuera del patio, por ejemplo, estuvo colgada durante muchos años una escudilla oxidada. Tal vez un inquilino que falleció hace tiempo la arrojase alguna vez por la ventana de la planta alta y al caer fuese atrapada por las ramas. Cuando vinimos a vivir aquí, la escudilla ya estaba cubierta de óxido al otro lado de la ventana de la cocina. Cuatro, cinco años. Ni siquiera los fuertes vientos del invierno conseguían tirarla al suelo. Y resulta que la mañana de Año Nuevo estaba junto al fregadero de la cocina y vi con mis propios ojos cómo la escudilla caía del árbol. El viento no soplaba, ningún gato ni pájaro sacudió las ramas. Tan sólo unas fuertes leyes desconocidas para mí maduraron en ese preciso instante. El metal se deshizo y el cacharro cayó al suelo. Quiero expresarlo así: durante todos esos años vi un absoluto reposo en algo agitado durante todo ese tiempo por una corriente interior oculta."
Amos Oz, en Mi querido Mijael.
(Traducción de Raquel García Lozano; agradézcanle a ella las escudillas y los fregaderos. No, pero traduce muy lindo Raquel. Me encantan sus traducciones de Amos Oz. Además, andá vos a traducir del hebreo...).
De una de las ramas de la higuera del patio, por ejemplo, estuvo colgada durante muchos años una escudilla oxidada. Tal vez un inquilino que falleció hace tiempo la arrojase alguna vez por la ventana de la planta alta y al caer fuese atrapada por las ramas. Cuando vinimos a vivir aquí, la escudilla ya estaba cubierta de óxido al otro lado de la ventana de la cocina. Cuatro, cinco años. Ni siquiera los fuertes vientos del invierno conseguían tirarla al suelo. Y resulta que la mañana de Año Nuevo estaba junto al fregadero de la cocina y vi con mis propios ojos cómo la escudilla caía del árbol. El viento no soplaba, ningún gato ni pájaro sacudió las ramas. Tan sólo unas fuertes leyes desconocidas para mí maduraron en ese preciso instante. El metal se deshizo y el cacharro cayó al suelo. Quiero expresarlo así: durante todos esos años vi un absoluto reposo en algo agitado durante todo ese tiempo por una corriente interior oculta."
Amos Oz, en Mi querido Mijael.
(Traducción de Raquel García Lozano; agradézcanle a ella las escudillas y los fregaderos. No, pero traduce muy lindo Raquel. Me encantan sus traducciones de Amos Oz. Además, andá vos a traducir del hebreo...).
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ídolos
3 de febrero de 2012
Ahora estoy entre los tres millones, ta?
Porque el poeta y editor uruguayo Luis Pereira cumplió su amenaza y publicó nomás en su editorial Civiles Iletrados esta antología de poemas que escribí entre el 90 y pico y 2009. Es el libro más largo que tengo publicado: 90 páginas.
Estoy muy contenta, bó, porque soy una entusiasta uruguayófila.
Y el libro quedó relindo.
¡Vamo' arriba!
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