25 de octubre de 2010
Femenino, plural y pequeño
Me dijo mi hija: "Nosotritas somos muy bonitas". ¿Estaríamos ante un uso nunca antes registrado, algo así como el diminutivo pronominal? ¿O mucho sbaglio? Lo único que puedo imaginar como alguna vez usado es el "yocito"...
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cosas con palabras
24 de octubre de 2010
Otro de Reznikoff, que no conoció los reencuentros vía Facebook
Hola y adiós
Esperando para cruzar la avenida
vi a un hombre que había ido a mi escuela:
solíamos llevarnos bien
y nos reconocimos en seguida.
“Qué calor, ¿no?”, dije yo,
como si nos hubiéramos visto ayer. “Llegó a noventa y cinco”.
“Ay, no”, respondió él. “¡Todavía no tengo noventa y cinco!”.
Después sonrió un poco tristemente y dijo:
“Sabe que estoy tan cansado
que creí por un momento que hablaba de mi edad”.
Seguimos caminando juntos y me preguntó en qué andaba.
Pero no le importaba, por supuesto.
Después, amable, le pregunté por él
y también respondió brevemente.
En la escaleras del subte me dijo:
“Debería darme vergüenza
pero olvidé su nombre”.
“No se avergüence”, respondí,
“yo también olvidé el suyo”.
Con lo cual ambos sonreímos una mueca,
nos dijimos los nombres y partimos.
Esperando para cruzar la avenida
vi a un hombre que había ido a mi escuela:
solíamos llevarnos bien
y nos reconocimos en seguida.
“Qué calor, ¿no?”, dije yo,
como si nos hubiéramos visto ayer. “Llegó a noventa y cinco”.
“Ay, no”, respondió él. “¡Todavía no tengo noventa y cinco!”.
Después sonrió un poco tristemente y dijo:
“Sabe que estoy tan cansado
que creí por un momento que hablaba de mi edad”.
Seguimos caminando juntos y me preguntó en qué andaba.
Pero no le importaba, por supuesto.
Después, amable, le pregunté por él
y también respondió brevemente.
En la escaleras del subte me dijo:
“Debería darme vergüenza
pero olvidé su nombre”.
“No se avergüence”, respondí,
“yo también olvidé el suyo”.
Con lo cual ambos sonreímos una mueca,
nos dijimos los nombres y partimos.
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cosas que traduje
20 de octubre de 2010
Un posible momento perfecto
Explicado por Charles Reznikoff. Sáquenme de acá y pónganme ahí. Muchas gracias.
Me gusta esta caminata secreta
en la niebla;
no se me ve, no se me escucha,
entre los arbustos
repletos de gotas;
el sólido sendero invisible
a una varilla de distancia –
y sólo el estrecho presente está vivo.
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cosas que traduje
18 de octubre de 2010
Si es nena le pongo
Pronunciación Restituta
(suficiente con las Martinas y las Chiaras)
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qué sé yo
15 de octubre de 2010
Cada vez que paso pienso "gracias"
Unos señores están embelleciendo la esquina de mi casa.
Se subieron a los andamios y entraron a pegar mosaiquito por mosaiquito.
Empezaron hará un mes:
Y ahora va quedando así:
Y así:
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qué sé yo
12 de octubre de 2010
Qué. O acaso alguien tiene todos los patitos en fila.
Este poema forma parte de una serie que James Schuyler escribió en enero y febrero de 1975, durante una de sus varias estadías en un hospital psiquiátrico. La serie se llama The Payne Whitney Poems (Payne Whitney es el nombre del hospital); son once poemas cortos desde la internación -- desde el desierto de la vida detenida, "a desert kind of life".
Pero este poemita que pongo acá, sacando (o no) las pastillas... ¿quién no conoce esa sensación? Especialmente los que trabajamos en nuestras casas. Ese momento después del almuerzo en el que la concentración se vuelve utópica, nada avanza, nada cuaja, todo se funde en la bruma soleada de las dos de la tarde y es muy difícil desglosar los elementos del mundo: un humo indefinido, un estridor metálico para el que sería imposible imaginar una fuente concreta (y de todas maneras quién tiene ganas de hacer el esfuerzo), la posibilidad de un poema, la fiaca inconmensurable de pensar siquiera qué es un poema, la omnipresencia del yo, el miedo al "qué es yo".
Qué
¿Qué tienen esas pastillas?
Pasa el almuerzo y casi
no puedo mantener los ojos
abiertos. Ay, si hubiera alguien
para charlar de cualquier cosa.
Hasta un perro alcanzaría.
¿Por qué están martillando
metal ahí afuera? ¿Y qué es
ese generador
cuyo zumbido feroz entra
por la ventana? Qué es un
poema, en todo caso.
Los narcisos, el brezo,
las fresias, todos
me hablan. Yo les
contesto, como San Francisco
y el lobo de Gubbio.
Pero este poemita que pongo acá, sacando (o no) las pastillas... ¿quién no conoce esa sensación? Especialmente los que trabajamos en nuestras casas. Ese momento después del almuerzo en el que la concentración se vuelve utópica, nada avanza, nada cuaja, todo se funde en la bruma soleada de las dos de la tarde y es muy difícil desglosar los elementos del mundo: un humo indefinido, un estridor metálico para el que sería imposible imaginar una fuente concreta (y de todas maneras quién tiene ganas de hacer el esfuerzo), la posibilidad de un poema, la fiaca inconmensurable de pensar siquiera qué es un poema, la omnipresencia del yo, el miedo al "qué es yo".
Qué
¿Qué tienen esas pastillas?
Pasa el almuerzo y casi
no puedo mantener los ojos
abiertos. Ay, si hubiera alguien
para charlar de cualquier cosa.
Hasta un perro alcanzaría.
¿Por qué están martillando
metal ahí afuera? ¿Y qué es
ese generador
cuyo zumbido feroz entra
por la ventana? Qué es un
poema, en todo caso.
Los narcisos, el brezo,
las fresias, todos
me hablan. Yo les
contesto, como San Francisco
y el lobo de Gubbio.
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3 de octubre de 2010
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